LA DESNUDEZ- CÍA DANIEL ABREU
El trabajo coreográfico de Abreu, inspirador y con una forma nueva de ver, nos sugiere paisajes, ambientes sonoros e imágenes con exquisito gusto por lo estético.
Ese devenir, que avanza y retrocede acompañado por el sonido grave del viento en el metal, deriva en la construcción de un relato poético cuyos recursos nos permiten distintas traducciones del movimiento que conecta con nuestro imaginario personal.
Nos adentra en territorios infinitos frente a la vida, a la muerte y al amor ante una cartografía propia donde el cuerpo, siempre en fuga, nos deja una breve alegría. Brota a la intemperie la voz del silencio que excava un sendero y se ausenta en el gesto para volver a recrear figuras espectaculares y complejas. La desnudez crece en la intimidad, donde no existen las preguntas. Es la verdad de lo que hay, la pureza de lo que acontece.
Daniel y Dácil, desde su regazo perfectamente coordinado, trazan un rito libre, un hueco que coronan con un vuelo que renombra los cuerpos y estrecha el interrogante que oscila entre la realidad y el deseo. Y nos lleva a preguntarnos aunando, como Maria Zambrano, alma, cuerpo y pensamiento: “¿piensa o sueña?”
Percibimos un universo repleto de alegorías y signos, una conjunción de estrellas entre las diagonales de los cuerpos y nos detenemos a buscar los pasos que nos trasladen al lugar que posee el significado justo, y ese último giro corresponde únicamente a cada espectador. No hay un cartel con destino establecido, deberemos indagar en tierra propia. Permanecemos unos segundos más en las butacas con la sensación de que entramos en la casa del Ser, la que otorga por unos instantes la cálida apariencia de un hogar.
Mar Blanco.
