Nuria Espert en Zuera

ZUERA ESCENA – Festival de Otoño 2020

«Porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra, que da sus frutos para todos” así de rotundo fue el grito final cuyo eco hoy perdura.

De temblor en temblor, de palabra a palabra, como las gotas de lluvia que centellean a modo de signos de luz en la oscuridad del teatro, se fue iluminando el instante al cobrar vida cada verso renacido en la garganta de la elegida por Federico, desde algún sitio, para encarnarlo.

Intercaló poemas como el sublime soneto de la dulce queja: “Tengo miedo a perder la maravilla…”con grandes fragmentos de la tragedia “Bodas de sangre” y comentarios de Lorca y sus propias impresiones acerca de sus trabajos sobre el poeta.

Regresó Federico invocado por sus versos; un silencio en el que hurga para dotarlo de significado, solo quebrado por la palabra bella y la potencia escénica de la gran dama atizando el pensamiento, bajo la dirección escénica de primer nivel de LLuis Pasqual, ambos señalados por los dioses.

En medio de la desnudez del escenario, como corresponde al teatro profundo, en el que solo en el vacío cabe la aparición: una actriz majestuosa, elegante en la quietud y valiente al encuentro del hallazgo, para gozo de los espectadores.

El espacio está rociado por Lluis Pasqual con rasgueos de guitarra, tambores y la luz soñadora que custodia el misterio, sabiamente aplicada. Nuria Espert danza, su voz se despliega como sangre de un herido, como un rio profundo y caudaloso ante un auditorio fascinado. Su sola presencia y apenas un puñado de butacas de teatro, lo llenaban todo.

La persona, la mujer, la artista, defensora de las libertades y comprometida, conserva en los ojos el brillo de la niña de trece años que comenzaba en el teatro Romea. Nuria, que huye de cualquier exageración, en quien todo gesto es preciso, se desbordó en generosidad, manifestando que, como si se tratase de Nueva York, así de ilusionada venía a Zuera.

Revivió la lumbre con su interpretación mientras los espectadores se abrazaban a la escucha y durante su estancia imprimió, en cada acto, una estela de armonía: cercana, cariñosa, dueña absoluta de ese algo inexplicable que encierran los versos de Lorca y que porta de forma natural como un halo intangible cuya marca es indeleble.

Zuera, puesta en pie, se deshizo en amor y admiración hacia ella con una ovación continuada que se prolongó unos minutos más cuando volvió al escenario con la mano en el pecho para decir: “Y en medio del desastre, una hora de poesía”.

Así se despidió Nuria Espert del público zufariense. Un siete de noviembre que quedará inscrito para siempre en el corazón feliz del calendario artístico de nuestra Villa.

Gracias Nuria, Gracias LLuis Pasqual.

#laculturaessegura

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