Entre heridas y llagas de una pandemia, todavía tierna, y una guerra próxima, escuchamos un eco inefable: el del arte que subsiste para unir. Su capacidad para fundir la vanguardia y lo existencial con la búsqueda del encantamiento y la sorpresa, sacude los estratos más profundos de la conciencia, pero sin dejar de arrullarnos, de arrastrarnos a su danza sensorial, ni de encendernos los ojos y el alma.
El vínculo de aquello más hermoso es como agua de lluvia que rocía el misterio y nos defiende del inexorable destino de la existencia; esa cosmogonía que nos permite profundizar en el enigma del origen, cíclico a través del tiempo y el espacio, y en permanente movimiento, cuyo rito iniciático reverdece en otras vidas, otras realidades, más allá del horizonte limitado de nuestro mundo.
Atravesemos el laberinto ante la presencia titilante de un florecer escénico que sobrevuela la cima de la imaginación.
Os invitamos a explorar nuevos territorios. A sentir el latido libertador en la garganta, a creer en el impulso transformador de la cultura.
En el regazo del transcurrir se abre una hendidura esplendorosa.
Zuera merece esta esperanza.
Sabedlo y celebradlo.
Mar Blanco
Concejala de Cultura